Locus Amoenus
"Mi lugar agradable"
martes, 19 de julio de 2016
De bosques, bailes y lindas sonrisas
Él no sabía bailar. Ella: no estoy seguro. Se quedaron ahí, parados. Días, meses, años. Uno enfrente del otro. La mirada fija y cuidando la respiración. Y es así como inició el primer bosque...
sábado, 16 de julio de 2016
Libro de autoayuda
Desde hace semanas tenía la idea de acudir al ISSSTE para que me dieran una cita para psicología, afortunadamente el cirujano me dio el pase directo y no tuve que esperar meses para programarla.
El martes pasado fue mi primera sesión, es mujer y es muy agradable. Hablamos sobre un procedimiento que probablemente me haré y me dejó unas tareas relacionado con ello; hablamos de otras cosas que me tienen ocupada, precisamente, el motivo por el cual solicitaba acudir.
Después de darle un pequeño bosquejo de lo que sucede, me dijo que al parecer estoy en el proceso de renovación del águila. Explicó: llega un momento en el que las águilas se van a una especie de cueva, se arrancan todas las plumas, el pico y tiene que sobrevivir todo ese ritual doloroso por varios días, es superarlo o dejarse morir.
Dice que por lo que le conté ya empecé ese proceso, me dejó otras tareas aparte relacionado con ello. Siempre me he visto más como un koala que duerme todo el día, pero creo es bueno saber que soy versátil con otros animales.
Olvidé mencionar que al inicio, como fue primera cita, hizo las preguntas de cajón: nombre, edad, educación, trabajo, etc, cuando le comenté que tenía licenciatura, me preguntó cuál, le dije que Letras Españolas y sonrío.
Antes de que se acabara la sesión me dejó una última tarea, dijo que para mí sería muy sencilla y me encargó leer un libro -pensé: pan comido-, luego de una pausa dijo las dos palabras que más detesto cuando se trata de libros: de autoayuda.
La cuestión es: no me gusta leer libros de autoayuda.
El martes pasado fue mi primera sesión, es mujer y es muy agradable. Hablamos sobre un procedimiento que probablemente me haré y me dejó unas tareas relacionado con ello; hablamos de otras cosas que me tienen ocupada, precisamente, el motivo por el cual solicitaba acudir.
Después de darle un pequeño bosquejo de lo que sucede, me dijo que al parecer estoy en el proceso de renovación del águila. Explicó: llega un momento en el que las águilas se van a una especie de cueva, se arrancan todas las plumas, el pico y tiene que sobrevivir todo ese ritual doloroso por varios días, es superarlo o dejarse morir.
Dice que por lo que le conté ya empecé ese proceso, me dejó otras tareas aparte relacionado con ello. Siempre me he visto más como un koala que duerme todo el día, pero creo es bueno saber que soy versátil con otros animales.
Olvidé mencionar que al inicio, como fue primera cita, hizo las preguntas de cajón: nombre, edad, educación, trabajo, etc, cuando le comenté que tenía licenciatura, me preguntó cuál, le dije que Letras Españolas y sonrío.
Antes de que se acabara la sesión me dejó una última tarea, dijo que para mí sería muy sencilla y me encargó leer un libro -pensé: pan comido-, luego de una pausa dijo las dos palabras que más detesto cuando se trata de libros: de autoayuda.
La cuestión es: no me gusta leer libros de autoayuda.
viernes, 8 de mayo de 2015
Necesito
amigos de mi edad o mayores.
Y
no, no es que me queje, del todo. Quiero decir, la mayoría de mis amigos con
los que convivo actualmente son menores que yo y últimamente he recibido
comentarios alusivo a ello.
Creo
que a nadie le agrada cumplir años, no cuando pasas los 20. Al menos a mí no me
gusta; no es por la edad como tal si no porque conforme voy cumpliendo años más
me alejó de la niñez. Que, por supuesto, es algo lógico, pero no me gusta.
Supuestamente
estoy pasando por la crisis de los veintitantos y no es que lo niegue, de hecho
puedo aseverar que lo estoy haciendo, pero no es una condición aceptada en la
sociedad.
En
alguna ocasión le platiqué a mi madre y ella sólo se bufó de mí ¿por qué estás
pasando por una crisis a tus 25 años si tienes trabajo estable? Bueno, no es
que me queje de mi trabajo, pero no es algo de lo que me satisfaga del todo.
Tuve
mucha suerte al conseguirlo (bueno, en realidad no lo conseguí, me lo
ofrecieron) unos días después de graduarme y titularme de la carrera. Me gusta
ser docente, en verdad es algo que disfruto mucho pero no es algo que quiera
hacerlo toda mi vida o no hasta los cincuenta y tantos años.
Entonces ¿qué es
lo que quiero hacer? Podría contestar que la maestría, viajar por el mundo, ser
nini, estudiar otra carrera, pero ¿a mis 25? Por Dios, Elizabeth, para qué
quieres complicarte la vida si ya tienes trabajo, pagas casi por trabajar
porque la escuela está en otra ciudad, pero ¡oye! Ya estás dentro, cambiarte
viene con el tiempo.
Creo
que durante tantos años me dije que quería ser maestra (no al título de
maestría, saben a lo que me refiero) que terminé creyéndolo y los demás a mí
alrededor, que cuando quise hacer algo diferente esos demás me golpetaban con
un: no, debes ser maestra, es tu sueño,
ahora lo cumples.
Y
lo estoy haciendo, pero simplemente es eso: ya lo realicé.
No
obstante, a qué viene todo esto referente a qué necesito amigos de mi edad.
Vivimos en una sociedad que te marca los estándares que debes de cumplir para,
como dije anteriormente, ser aceptado.
¿Y
qué si tengo 25 años y quiero seguir viendo caricaturas? ¿Y qué si me gustan
las películas animadas? ¿Y qué si voy al preestreno de la película de Avengers?
No me vengan con chingaderas de que son películas para niños, que los cómics
están dirigidas a un público infantil. Si le doy el cómic de The Watchmen o V for Vendetta a un niño de 10 años no va a entender ni la mitad de
los primeros capítulos. Tal vez en un inicio eran dirigidos hacia ellos, pero
ahora, en este mundo en el que “ser geek está bien” los jóvenes somos los que
nos sentimos atraídos hacia ellos. Y no sólo ahora si no mucho tiempo atrás.
Pero
no, todos somos posers por ver
películas de Marvel o DC Comics, por jugar videojuegos ¿si la sociedad me dice
que no puedo ver esa película entonces qué jodidos tengo qué hacer? ¿Qué me
debe de gustar a mis 25 años? ¿Las finanzas? ¿La política? ¿Leer libros de “culto”?
¿Que no tengan imagencitas? ¿Qué? En serio, díganmelo, y no porque quiero darle
gusto a los demás, al contrario, capaz que sí son mis gustos o capaz que no,
pero podría tener el gusto de mandarlos a la chingada.
Ahora
resulta que porque tengo 25 años no me puedo emocionar porque alguien a quien
admiro actuó de una manera maravillosa y no debo gritarle cuando mencionan su
nombre ¿qué hago? ¿sólo aplaudo? ¿asiento con la cabeza? ¡Díganme! Necesito
clases de etiqueta para saber cómo comportarme a mis 25 años de edad frente a
sociedad.
Efectivamente
odio ser adulto, lo odio con todo mi corazón, eso no quiere decir que no me agrade
ser independiente económicamente de mis
padres, aunque sea un poco, pero luego vienen las presiones sociales.
Todos
tus amigos comienzan a casarse y tú eres la única solterona, gorda, con gato que
no tiene cómo acudir a las ceremonias y tiene que andar pidiendo favores. O ya
comienzas a asistir a los baby showers de tus amigas, Facebook está plagado de
fotos de los bebés de tus primas, sobrinas, compañeras de la primaria,
secundaria, universidad, etc.
Y
no, no es que diga que ya quiera casarme o quiera tener un hijo, pero cansa,
fastidia que sea un recordatorio constante de que los demás están en una etapa
más arriba que tú.
Aquí
es cuando ustedes dicen: ay, no les hagas caso, tú haz lo que desees, todos somos diferentes.
Bullyshit! Saben también como yo que es algo que no se puede hacer
así de sencillo, no cuando tu propia madre está más preocupada que tú porque no
tienes pareja ni luces de pretendientes.
Necesito
amigos de mi edad o mayores que ya hayan pasado por esto, que estén pasando por
esto, porque si los tuviera no hubiera habido necesidad de escribir esto.
lunes, 16 de febrero de 2015
Después de unos años, meses, días, horas, minutos, segundos,
momentos, piensas que has continuado con tu vida, piensas que no duele, piensas
que las heridas han sanado, que ya has llorado lo suficiente. Pero no, nunca es
suficiente.
Hay dolores que no dejan de doler, heridas que nunca
terminan de cicatrizar. Y es que una cosa lleva a la otra y de alguna u otra
manera terminas dándote cuenta de que sigues siendo la misma, que aunque tu
caparazón cambió un poco, lo adentro sigue igual.
Duele, palpita, duele, respiro, duele, vivo: duele.
lunes, 15 de diciembre de 2014
Cajones de madera
De pronto abrir una carpeta y verla ahí, una foto,
nuestra foto. Sonreí, debo admitirlo, sentí una especie de calor que recorrió
mi pecho y terminó con una punzada en la cabeza —
o ese es el pretexto que pongo— todos los recuerdos se vinieron de
golpe. Sentí nostalgia.
Pensé que ya no las tenía, pensé
que en algún arrebato por dolor las había borrado, pero no, siguen ahí. Creo
que si estuviera impresa sería más sencillo romperla, tirarla a la basura o tal
vez quemarla, sin embargo decido dejarla donde está, no eliminarla, tal vez por
romántica, tal vez por, eso, nostálgica, tal vez porque soy una tonta.
Pudimos serlo todo, pero tú
decidiste ser nada, o decidiste ser recuerdos ¿eso es mejor, no? Recuerdos que
puedo guardar en una cajita de madera y traerlos a mí cuando quiera.
Es una mentira que olvidamos, en el
verdadero sentido de la palabra, podemos omitir pero siempre habrá algo: un
sabor, una imagen, un sonido, un olor, una palabra que nos hará recordar a ese
alguien o algo.
Últimamente te he recordado mucho,
al tiempo le gusta jugar con nosotros y se divierte haciéndonos revivir
momentos gratos y no tan gratos. Creo que te he recordado tanto como te extraño
o viceversa. Puede que sea mucho, puede que sea poco, pero de que ha pasado ha
pasado.
A veces me pregunto si podríamos
seguir siendo amigos, saludarnos de vez en cuando y contarnos las nuevas que
tenemos por casualidad pero he decidido que ya no me hagas daño. Estoy segura
de que no lo harías directamente pero “las” acciones sí.
Decidí que las personas no son las
que hacen daño, soy yo quien me hago daño permitiéndolas hacerlo, así que: no more.
Sé que hubo valor, un gran valor,
pero al mismo tiempo no. No como debería.
Te guardo porque te extraño y aún
te tengo mucho cariño, demasiado, pero no creo poder soportar una vez más lo
que ya he pasado.
Te guardo como a esa foto, como a
esas fotos, como a esos momentos fugaces, efímeros y perfectos.
En eso consiste la perfección, en
la felicidad de instantes que no podrán cambiar ni aunque la memoria quisiera
hacerlo porque sabemos la verdad y la verdad siempre prevalecerá en nuestros
corazones aunque no lo pronunciemos.
Te guardo, te guardo y te beso en
la frente.
sábado, 10 de mayo de 2014
Cayita
Hoy, una niña celebrará por primera vez el día de la madre
sin su mamá. Hoy esa niña se siente con un vacío muy grande, lo sé, lo veo en
sus ojos. Hoy esa niña está sufriendo pero no lo exterioriza porque no quiere
molestar a los demás. Esa niña jamás pensó que le haría tanta falta su mamá, no
como le está haciendo falta ahora.
Llora, llora porque su mamá ya no está, porque aunque los
recuerdos te hacen sentir un calorcito de su presencia, también te hace sentir
una brisa de frío por saber que ya no
volverá a ver nunca más, nunca más
sonriendo.
Esa niña es mi mamá y quisiera curarle el dolor que siente
por mi abuelita.
Yo también te extraño, viejita, también sufro porque no
estás. Hace tres meses que te fuiste, hace tres meses que ya no me dices mi
muchachita y no sé por qué elegí este día para poder escribirte.
¿Sabes? Es obvio que todos sabíamos que este día pasaría,
que algún día ya no podría verte más, pero no quería que fuera tan pronto,
quería que llegaras a los 100 años, quería que me vieras casada, que vieras a
mis hijos, que siguieras dándome palmaditas, que me dieras tu bendición cada
noche, cada que voy al trabajo, cada que voy a la escuela y ya no, ya no
escucho tus dulces palabras.
Quisiera que estuvieras aquí, que le dijeras a mi mamá que
no se preocupara, que le curaras su corazón porque yo no puedo, no puedo
hacerlo, aunque la abrazo, aunque la mimo, aunque le doy todo mi amor, no puedo
hacerlo, no soy tú, viejita, no soy tú para sanarla como una mamá sabe hacerlo.
Sé que ya no sufres de tus piernas, que estás sonriendo, que
estás cuidando a tus hijos, nietos, bisnetos, tataranietos y tatataranietos;
que ya estás con tu viejito y mi tío Rafa y que nos amas y nos amas mucho.
Yo te amo y te extraño tanto, extraño darte de comer,
hacerte compañía, cambiarte de pañal porque eras mi bebé de 93 años; ahora a mí
me tocaba cuidarte como tú me cuidaste de pequeña.
Y estoy tranquila, mucho, porque sé que te dije muchas veces
que te amo, y te lo demostré, pero quisiera tanto tenerte aquí, abrazarte de
nuevo, y que abrazaras a mi mamá.
Porque tu niña la más chiquita tiene muy quebrado su
corazoncito y te necesita. Ayúdame, Cayita, ayúdame a ayudar a tu niña, ayúdame
porque yo ya no sé qué hacer. Porque yo sí tengo una mami que me ayude cuando
mi corazón está triste, pero ella ya no.
Y yo la amo, la amo muchísima, ella es el amor de mi vida,
ella es mi todo y ella ya no te tiene.
Cayita, te amo y te extraño mucho.
miércoles, 23 de abril de 2014
De como nací en el mundo de la literatura
Todo comenzó un jueves – o eso me hago creer –, bueno, dejemos un día cualquiera. Tenía la edad de 10 años y me dirigía hacia la primaria. Recuerdo andar vestida con una blusa de tirantes roja y una encima del mismo color, zapatos negros con un poco de plataforma; desde pequeña he crecido acomplejada debido a que cuando estaba en el kínder era la más alta, por supuesto conforme fue pasando el tiempo mis demás compañeros comenzaron a crecer ¡pero eso fue hasta la preparatoria! En fin, lo bueno es que mi estatura se neutralizó: no soy ni muy alta ni chaparra. No obstante no sé por qué demonios amaba esos zapatos de plataforma.
Mi madre me dejó en la puerta y caminé rumbo al salón, la entrada de la primaria era un tanto extraña: era una especie de explanada y después hacia los lados hay unas escaleras que dan a la explanada principal que a su vez da a los salones.
Para mí no fortuna – o tal vez sí – varios de los escalones estaban quebrados en una especie de “u”, cuando iba bajando las dichosas escaleras mi tobillo derecho se quedó atrapado en uno de esos escalones quebrados y al intentar dar un paso no pude hacerlo ya que, obviamente, quedó atrapado y como los dichosos zapatos eran demasiado pesados no me ayudaron a maniobrar así que caí y rodé por las escaleras.
Recuerdo haber visto a la directora con un traje sastre rojo que iba delante de mí, no sé percató de mi caída y siguió avanzando. Sin embargo mi memoria no está del todo fresca ya que después de eso no sé bien qué pasó, no sé si me desmayé por los golpes, lo que sí es que lloré y lloré mucho. Casi creo que algún compañero le dijo a quién era mi profesor en ese grado, ya que él me ayudó a subir las escaleras de nuevo.
Para mi alegría mi mamá aún no se había ido, así que nos fuimos a la casa. En verdad me dolía muchísimo el tobillo, intentaba apoyarlo pero era como si un martillo estuviera golpeándome y como si ese martillo fuera manejado por un ogro.
Debo confesar que para ese entonces mi relación con el piso era algo constante y destructiva: siempre me caía. Cuando estaba en el kínder – que está enfrente de la primaria– mi mamá iba por mí, cruzábamos la calle para recoger a mi hermano e ipso facto, al poner un pie ya estaba abrazando al piso; mis rodillas siempre estuvieron llenas de costras y moretones.
Así que, en vista de ese historial, mi madre se pasó regañándome en el camino a casa, decía que era una descuidada y que parara de llorar o si no me haría llorar de verdad. Supongo que hizo alusión a golpearme o algo por el estilo, no obstante sé que no lo haría.
Para doble fortuna, mi padre aún no se iba a trabajar también así que cuando me vio con el pie más hinchado que cara de boxeador después de 15 rounds decidió llevarme al Hospital General que está a algunas calles de mi casa.
Casi no tardaron en atenderme, me sacaron unas radiografías y les dijeron que, efectivamente, mi tobillo estaba fracturado, la cara de mi madre fue épica al darse cuenta de que era algo serio y no se disculpó por haberme regañado; aún no le perdono eso. Me llevaron a una cama, me pusieron una férula y el enfermero, muy guapo por cierto, me dijo que no moviera el pie. Cosa imposible para una niña de 10 años que es inquieta, así que al poco tiempo regresó, me preguntó si había movido el pie, le respondí que no, me miró con ojos de “sí, cómo no”, volvió a acomodar la férula y fue por mis papás.
Debía durar un mes con ella, dos semanas en reposo total y las otras dos andando en muletas, me llevaron de regreso a casa, me senté en el sillón y me quedé dormida hasta que mi papá llegó del trabajo. Me despertó y me entregó una bolsa verde con unas letras grandes doradas con el logo de CLP: Centro Librero la Prensa, dentro había lo mejor que pudo pasarme en la vida, dos libros: “Mujercitas” de Louise May Alcott y “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain. Y cito: “Ten, para que no te estés dioquis” [sic].
A partir de ahí nací en el mundo de la literatura, debido a ese grácil accidente. Ahora hay ocasiones en las que me pregunto ¿qué sería de mí si no me hubiera fracturado el tobillo? ¿Realmente hubiera tenido un acercamiento a la literatura? ¿De qué manera hubiera sido? Demasiados hubieras que gracias al destino, a las casualidades o al duende que atrapó mi tobillo en ese escalón no existen.
Me han rescatado tantas veces, me han dicho lo que quiero y no quiero escuchar, me hicieron otra, abrieron mis ojos y me dieron la oportunidad de adentrarme a ese universo tan basto que sé que, lamentablemente, nunca terminaré de recorrer.
Amo lo que soy ahora, amo lo que seré gracias a ellos. Los libros son ese refugio al que siempre puedo recurrir cuando más desesperada o feliz esté. No concibo mi vida sin ellos ya que siempre, de alguna manera, y estoy segura de que todos lo hacemos, estamos a la espera de encontrarnos entre las hojas de un libro nuevo u olvidado.
Feliz día mundial del libro a todos los que me han cambiado, a los que me están cambiando y a los que me cambiarán. No saben qué dichosa me han hecho.
sábado, 22 de marzo de 2014
Cadáver Exquisito
19-oct-2009
Cuervo, oscuridad, pesadillas, cuentos tenebrosos entre dudas y malos sueños, quiero ser tu luz quiero agradarte, ser la respuesta a tus dudas, pero tengo miedo de no ser lo que buscas, daría miles de estrellas y sueños guardados con tal de que fijes la mirada en el ámbar de los ojos que tanto te han visto, te daría mis suspiros, mi aliento, mi ser y mi agonía, daría cuanto fuese necesario para que entendieras esta melancolía, pero cómo no morirme de miedo, cómo no encerrarme en mis sueños, cómo saber si estás dispuesto a creer ¿cómo?
Cómo si no crees en mis palabras, si estas letras no son leídas, cómo si esta carta no llega a ninguna mano, entonces se perdería toda la verdad que tengo para ti, verdad que me da miedo decirte ya debido a la eternidad trascurrida entre nosotros, pero creo que la distancia es más viable, aunque no encuentre más pretextos para darte, mas que un te quiero, pero te quiero lejos, lejos de donde éste amor puede invadirte, donde mi nombre de de ser Charles y la sífilis me alcance, porque el prodigio de la luna acabará con mis torpezas en los rayos lánguidos de la demora, crece el deseo de estar contigo a solas y contemplar tu cuerpo desnudo perfecto exacerbada creación imperfecta, de esta vida injusta donde desperdicio mis caricias en una piel mentirosa que hace bien como hace mal que deja sensaciones de vacío y satisfacción, de esa forma empieza de nuevo el ciclo de la marmota.
Levante
Hoy hice limpieza de primavera, no la hacía como hace tres años, tiré muchas hojas de la carrera y me encontré con unos "poemas" que hice en una materia y he los aquí. Llenos de clichés y sin valor estético algo.
¡Levántate al instante!
de tu posición de comodidad
es hora de que dejes la pereza a un lado
Libérate de las cadenas que te atan
libérate de la opresión que te abrasa
Ten el coraje de amar el peligro
si tienes que pelear ¡pelea!
si tienes que matar ¡mata!
Pero nunca dejes tu ideal
que tu honra, que a lo que tú llamas
país, se hunda en la peste de la corrupción
Emprende la guerra
Rebélate ante la injusticia
Sé audaz en tus actos
Sé como el águila que acecha su presa:
obtiene victoria y nuevamente emprende el vuelo
Para que de esa forma
triunfen tus principios
y se acabe la dominación de la villanía
domingo, 16 de marzo de 2014
Nombre
En un mundo paralelo
existe una tienda, la dueña es una especie de hechicera, muchos la conocen como
la bruja de las dimensiones ¿Su función? cumplir deseos.
Todas las personas que
llegan a dicho lugar mágico no es por casualidad, es el destino quien las llama
para que su deseo se cumpla. Sin embargo para que éste pueda ser realizado
deben de dar a cambio algo del mismo valor para que se pueda cumplir.
En sus propias palabras: "Si recibes
algo, algo del mismo valor necesita ser entregado de vuelta."
Pero esto no tiene mucho que ver con lo
que nos importa, ella también decía que: "Dando tu nombre estás dando la
posibilidad de tomar tu alma. Al haber dado tu cumpleaños, estás dando el
control de tu vida” y yo le creo.
Nuestro nombre es algo que nos
pertenece solamente a nosotros, nos da la identidad y muchas veces el
significado de él pesa a tal grado que cobramos la personalidad que se nos
asigna.
Cuando conocemos a alguien y nos
presentamos no nos damos cuenta de la gran carga que entregamos; el poder que le hemos otorgado a
esa persona y el que ella nos ha dado a nosotros al mencionarnos su nombre.
Todos aquellos que puedan nombrarnos
tienen la oportunidad de tomar nuestra alma y hacer de ella lo que quiera:
amarla, pisotearla, romperla, aliviarla, soportarla y un largo etcétera de
acciones. Se convierte en una gran responsabilidad.
¿Cuántos de nosotros nos molestamos al
escuchar que pronuncian mal nuestro nombre?
Eso sin mencionar cuando vemos que alguien lo escribe mal.
Definitivamente nuestro nombre es algo
que nos hace especiales, aunque muchas otras personas puedan tener el mismo eso
no significa que no seamos únicos. Cada quién realizamos hazañas dignas de
darle “renombre” al mismo.
Cuando escuchamos que alguien nos llama
sonreímos, otra vez veces esperamos que alguien lo pronuncie para que nuestras
mejillas se sonrojen, en otras ocasiones cuando estamos furiosos elevamos
nuestra voz al mencionar a la persona que nos ha hecho enojar.
Así de importarte es como nuestros
padres nos han llamado.
Tu nombre me gustó incluso antes de
conocerte, muchas veces lo había escuchado hasta que apareciste para que tuviera
rostro; ambos intercambiamos un pedazo de nuestra alma cuando cada uno de
nuestros labios pronunció la manera tan peculiar de llamarnos.
Incluso nos otorgamos nuestras fechas
de nacimiento ¡oh, oh! gran problema. No sólo nos dimos nuestra alma, también
nos regalamos nuestras vidas. Cometimos una gran equivocación, y lo más extraño
es que sabíamos las palabras que la bruja de las dimensiones había dicho; no
nos importó o fingimos no recordarlas.
El tiempo no significó nada para el
corazón y pasó rápidamente lento, cuando menos lo esperamos comenzó a causarnos
daño el escuchar nuestros nombres, o al menos a mí me hería, mucho.
Pensé que se convertía en una especie
de maldición y formaste parte de muchos “innombrables” casi como villano de
historia mágica. El reloj volvió a hacer de las suyas y ni maldición ni
bendición, solamente dejó de doler.
Así es, dejó de doler, dejaste de ser
parte de alguien que podía transformar mi alma, ya no tienes derecho sobre
ella, desde hace mucho tiempo, por supuesto.
Me gusta afirmarlo: tu nombre ha dejado
de dolerme.
Es triste que jamás pueda olvidarme de
él, así como sé que tú tampoco olvidarás el mío, en cierta forma nadie olvida
un nombre. Siempre hay alguien o algo que nos lo recordará cuando menos lo
esperemos, pero tenemos la capacidad para borrar todo significado de él.
¿Sabes lo que sí es maravilloso? Poder
olvidar la fecha de cumpleaños, ¡vaya que sí! he olvidado la tuya y la de
muchas personas más: en ese momento dejé de tener control sobre sus vidas.
Es mejor ¿no? ¿Qué es más importante:
el alma o la vida? Sinceramente creo que la vida, el alma es parte de un todo.
Así que al menos para mí, he dejado tu
vida y tu alma.
He olvidado y me ha dejado de doler.
Vaya lío que hemos armado con los
nombres.
martes, 7 de enero de 2014
Grito ahogado
Desperté
pasada la una de la tarde, hedía a una combinación de varias bebidas
embriagantes, me miré al espejo, tenía lápiz labial alrededor de la boca,
busqué a la culpable de dicha acción pero no encontré a alguien. Quise caminar
hacía la cocina pero las piernas no me respondían muy bien, tal vez seguía un
poco borracho.
Me
senté en la cama, el dolor de cabeza se hacía insoportable, a tientas busqué
algo que tomar y sólo encontré una botella de vodka, le di un trago grande;
borracho ya estaba, un poco más, un poco menos, daba igual. El malestar no
cedía, así que volví a acostarme, intenté recordar lo que había sucedido la
noche anterior. Nada.
La
noche pasó y mi monstruo interior pedía su alimento, salí al bar que se encuentra
en la esquina de la calle no sin antes buscar unos cuantos billetes por toda la
casa, esos tragos no se pagarían solos. Entré al lugar, saludé a las mismas
almas en pena que, al igual que yo, buscaban un poco de consuelo en historias ajenas
y bebidas amargas, me senté en el mismo rincón y esperé.
El
sol ya estaba en lo alto, se colaba entre las ventanas de la habitación y
dañaba mis ojos de una manera penetrante; parecía un déjà vu, seguía borracho,
había más lápiz labial por mi rostro, la única diferencia es que, en esta
ocasión, la ropa interior de una mujer se encontraba a las orillas de la cama,
la busqué por mi burdo apartamento pero de nueva vuelta, nada.
Nueve de la noche, hora de bajar y tomarme mis sentimientos: ira, rencor,
odio, pesadumbre, cansancio, hastíes. El rincón que sabe lo que ocurre cada
noche se encuentra ocupado, me molesto pero no puedo hacer algo al respecto,
ese lugar está libre, decido sentarme del lado opuesto, otro rincón solitario,
como yo.
Por instinto despierto, he logrado dominar que el sol no me moleste, la
cruda me atormenta pero no importa, ya es un avance no encontrarme borracho. Las
ganas de orinar rebasan mi flojera y decido saciar mis necesidades, el espejo
del baño tiene un mensaje para mí en letras grandes, femeninas y rojas: “la
noche fue espectacular.”
Busco a la autora intelectual pero se ha esfumado, dejando su brassiere
en la habitación, al igual que las anteriores, limpio el espejo y el reflejo de
un ser demacrado me saluda con una mueca amarilla, decido darme un baño después
de varios días sin asearme, visto mis mejores trapos y espero a que la noche
llegue.
Salgo a otro bar, hoy me siento con suerte, pido una botella cara, creo
que me la merezco aunque no haya hecho mucho mérito, la ducha hizo que me
sintiera más despierto, espero a una nueva damisela, o la misma quién sabe,
para tener una buena noche. Las horas pasan y nadie se acerca, enojado me tomo
el licor de un solo trago ¿Qué caso tiene seguir sobrio entonces?
Se me nubla la visión, parece que alguien me ayuda a caminar, llego al
departamento y de reojo por el peinador veo a alguien con vestido, me dejo caer
en la cama y que el tiempo transcurra. Un nuevo día comenzó, los nítidos
recuerdos de la noche anterior hacen que me sienta curioso, busco por la
habitación, y en efecto, veo un vestido ligero, indago para hallar más pistas,
encuentro un labial en el baño, el del otro lado del espejo esboza, no una
mueca, sino una sonrisa. Creo que sería bueno dejar de perder el conocimiento
para saber quiénes son las damas que hacen mi noche más llevadera, curioso es
que haya dejado su ropa ¿En qué y con qué se habrá ido?
Aunque la nueva prenda dejada me incita a que la sobriedad sea más
duradera, la sed de la voracidad puede más, así que decido invertir el reloj.
La última vez que lo vi eran las dos veintiocho de la tarde, sabía que si
paraba de tomar, mi ser beodo se apaciguaría para la noche que es cuando lo
necesito, pero no pude, quedé inconsciente.
Cuando regresé de ese descanso efímero, la luna estaba escondiéndose tras
unas nubes, según lo desarreglado del cuarto había salido, no puedo creer que
haya actuado sin conciencia, necesitaba agua en mi rostro, el camino hacía el
lavabo me pareció eterno, cuando llegué a él un grito ahogado salió de mi boca,
no podía creer lo que veía, ahí estaba ella, el labial sobre mi boca, la sombra
en mis ojos, el vestido en mi cuerpo y la ropa interior puesta… la bestia
estaba sitiada en mi epidermis.
lunes, 30 de diciembre de 2013
¡Quiero llorar y no puedo, quiero llorar y no puedo!
Es curioso, me siento nerviosa como si fuera a pasar algo grande, algo muy muy grande, pero no, no pasa nada.
Es curioso porque siento una cierta presión en donde se supone que está el corazón, como cuando vas a abrir un regalo, como cuando estás esperando a alguien y está por llegar, como cuando tiene que ir a algún lugar pero sientes que vas a llegar tarde, como cuando vas al peinador y estás esperando a ver cuál fue el resultado del trabajo, como cuando le dices a alguien que te gusta y estás esperando su respuesta. Así, así de nerviosa estoy.
No es la primera vez que me pasa, hace como dos meses sucedió; hoy podría culpar a que me tomé dos tazas de café aunque pasó mucho tiempo entre una y otra. O tal vez podré culpar a los dolores del género.
No sé, el caso es que me siento nerviosa y con unas ganas terribles de llorar, pero no puedo. Ironía es que lloro por cualquier cosa y hoy que en verdad lo necesito, no puedo.
Qué triste es no poder poder. Qué triste.
Es curioso porque siento una cierta presión en donde se supone que está el corazón, como cuando vas a abrir un regalo, como cuando estás esperando a alguien y está por llegar, como cuando tiene que ir a algún lugar pero sientes que vas a llegar tarde, como cuando vas al peinador y estás esperando a ver cuál fue el resultado del trabajo, como cuando le dices a alguien que te gusta y estás esperando su respuesta. Así, así de nerviosa estoy.
No es la primera vez que me pasa, hace como dos meses sucedió; hoy podría culpar a que me tomé dos tazas de café aunque pasó mucho tiempo entre una y otra. O tal vez podré culpar a los dolores del género.
No sé, el caso es que me siento nerviosa y con unas ganas terribles de llorar, pero no puedo. Ironía es que lloro por cualquier cosa y hoy que en verdad lo necesito, no puedo.
Qué triste es no poder poder. Qué triste.
lunes, 9 de diciembre de 2013
lunes, 11 de noviembre de 2013
Soñar
Ayer soñé con ellos, sí, fue curioso, los soñé al mismo tiempo. Los soñé a ellos.
Soñé a los que no me han querido; tal vez fue por un pensamiento que tuve antes de dormir, tal vez porque me han rezumbado los recuerdos, porque vienen de golpe y hacen que tiemble la tristeza.
Bastante peculiar que los haya soñado a todos juntos, no uno por uno, sino que se juntaron, atravesando la barrera de la distancia: se juntaron en un sólo sueño.
Sólo hubo un disgusto por mi parte, único, y fue por reclamarle a uno por no haberme tomado la mano mientras uno de los tantos pasó a mi lado. Supongo que en el sueño eramos pareja. Qué horror que él haya sido el elegido para estar a mi lado en el sueño, pero fue todo.
Al despertar tuve un amargo sabor de pensamiento, de boca, de vista, de sonido, un amargo sabor. Después de recordar tan mencionada visión lúdica me pareció gracioso que haya sucedido.
Tengo un mes, o dos, o tres, o un puñado de días en los que mi estado anímico no ha sido el normal. Se me conoce por ser alguien alegre la mayoría del tiempo y cuando la zozobra aparece se esfuma en cuestión de minutos, pero ahora no. Ahora ha permanecido. Incluso podríamos apelar a las imágenes que usan las animaciones que aparece una nube lloviendo sobre la persona (sí, un contertulio la ha utilizado últimamente conmigo). Algo así.
Y es que sinceramente no tengo muchas ganas de luchar; bastante contradictorio ya que es el consejo que normalmente suelo dar cuando lo piden. Luchar, luchar por los sueños, por salir adelante, por alguien, por algo, por ti mismo, luchar. Pero no tengo ganas, no tengo nada de ganas, si no tienes esperanza nadie podrá hacerte daño, porque ya estoy cansada de que la esperanza sea un consuelo.
Soñar con los que no me han querido fue un golpe al pobre corazón que no ha terminado de remendarse, él también ya está cansado. Yo lo estoy. Mi cuerpo, alma, espíritu, lo que sea que me conforma ya está cansado: del tic tac, de las piedras, de los fragmentos, de los recuerdos, de las canciones, de las palabras.
Muchos podrán decir que hay peores que mi condición, que debería de ver por lo que tengo: salud, trabajo, familia, amigos ¿pero qué si yo no me tengo?
Si no les he bastado a los demás ¿por qué he de bastarme a mí?
Vuelvo a decirlo: me tembló toda la tristeza, todas las lágrimas, porque soñé con los que no me han querido y a los que entregué lo más bonito que tengo: mi corazón.
domingo, 27 de octubre de 2013
Quisiera jugar
Quisiera jugar.
Quisiera jugar a que nunca te quise, quisiera jugar a que no los quise a ninguno de
ustedes, quisiera jugar a que el corazón nunca se rompió.
Quisiera jugar a que
aún soy niña y que lo que más me preocupa es no pisar las líneas del suelo, quisiera
jugar a no salirme de la raya. Quisiera jugar a que aún creo en el ratón de los
dientes, en que las estrellas fugaces cumplen deseos y que cuando cierro el
refrigerador hay un duende que apaga la luz.
Quisiera jugar a que
me entiendes, a que escuchas mis más grandes pesadillas, que me tomas de la
mano cuando siento miedo y sonríes al ver mi pavor por las ventanitas
cafés.
Quisiera jugar a que nunca crecí, a jugar a las muñecas y molestar a mi hermano para que me tomara en cuenta en su juego de niños. Quisiera jugar a que no existe el futuro, que el pasado no está distante y que el presente son sólo algodones de azúcar y raspones que curar.
Quisiera jugar a que
no soy mujer, que no me duele el género ciertos días del mes, a que no soy débil sino bastante fuerte.
Quisiera jugar a que no importa la manera en la que me comporte, a que las
decisiones no retumbarán en los ecos de algo que aún no sucede.
Quisiera jugar a que
nunca me ilusioné, que nunca di todo de mí y se fue al vacío. Quisiera jugar que
no he viajado a los lugares que ya he ido. Quisiera jugar a que he viajado, que
cada pedacito de tierra en el que he estado ha dejado un impactante grito en mi
piel.
Quisiera jugar a que he probado cada sabor del planeta, quisiera jugar a
que el picor no me hace tanto daño y que lo dulce no empalaga.
Quisiera jugar a que
no trabajo, que el dinero no es necesario para poder vivir cómodamente,
quisiera jugar a que mi casa es grande, con muchas escaleras. Quisiera jugar a
que mi cama es enorme, con muchos cojines y poder saltar sobre ellos. Quisiera
jugar a que te guste bailar, bailar sobre la lluvia, con muchas luces, con
nadie o con todos.
Quisiera jugar a que
leo todos los libros del mundo y ninguno, quisiera saberlo todo, pero en
realidad no quiero saber nada. Quisiera tener la sabiduría de una montaña y la
delicadeza de una tortuga caminando hacía el inmenso mar.
Quisiera jugar a que
nunca te regalé esa flor antes de llegar a la biblioteca y quisiera jugar a que
mis te amo nunca fueron en vano aunque sé que sí fue así. Quisiera jugar a que
nunca me mentiste, a que nunca me engañaste y que las palabras más que palabras
son pájaros que vuelan con un rumbo fijo.
Quisiera jugar a que
tampoco a ti te regalé tantos libros, quisiera jugar a que los impulsos que ya
murieron no existieron, o que si existieron fueron por buena causa y no simples
olvidos en un librero empolvado.
Quisiera jugar a que
ser buena persona no es tan malo, quisiera jugar a que la esperanza no ha
muerto, a que sigue palpitando, a que juega con sonrisas.
Quisiera jugar a que
existes y que tú no existes, a que yo no existo, a que la existencia es sólo un
sueño de Dios.
Quisiera jugar,
quisiera jugar a que la vida sí es justa y que por lo mismo nadie se queja.
Quisiera jugar a que
sirve de algo a escribir.
Quisiera jugar a que
la desolación no existe o que si existe sabemos cómo sobrellevarla.
Quisiera jugar a que
nunca te quise y que tú sí lo haces. Quisiera jugar a que no me duele, quisiera jugar que ya no soy
lo que soy. Quisiera jugar a que nunca he llorado, a que nunca me han lastimado
y que nunca lo he hecho yo.
Quisiera jugar.
domingo, 6 de octubre de 2013
Ella, la niña
Por: Oscar.
Eres un ser inolvidable. En el transcurso de la vida uno conoce una buena cantidad de personas de las cuales muy pocas pasan a ser realmente importantes en nuestra historia, algunas incluso llegan a estorbar y otras solo pasan pisoteando y dejando manchas en el mantel, en el suelo, en la pared, en los muebles de nuestro espíritu, porque el espíritu es como una casa. Pero tú no, tú causas un sentimiento de tranquilidad, de felicidad, de añoranza, cualquiera que te conozca seguramente llegará a quererte después de intercambiar una mínima cantidad de palabras contigo. Eres esa visita que quieres que se quede más tiempo; que se quede un mes, un año, un siglo. Tienes alma de helecho, vas ahí por la vida liberando esporas que viajan libres en el viento, dejando marca en las personas que conoces; esa espora que crecerá en un bonito helecho, ahí, justo al lado del corazón: una huella inolvidable. No eres de aquellas personas inolvidables a la mala, esas que hacen algo por lo que las aborreces toda la vida, no, tú eres aquellos sentimientos que uno quiere que nunca pasen, que se queden ahí para siempre. Nunca te olvidaré, has dejado tu espora en mí, y a pesar de que dejemos de tener contacto, a pesar de que la situación se torne caótica, a pesar de la distancia, siempre nos quedará el mar, ese punto de reunión de todos aquellos que huyen más allá de los arbustos de la carretera; más allá de las ventanas; más allá de la pequeña montaña del vecindario. Ahí donde aquellos que buscaban el horizonte han desistido para quedarse a vivir en la playa.
sábado, 21 de septiembre de 2013
Ricardo
"Desde la lejana noche vengo a visitar unos ojos que me han expresado la idea de tenencia.
Con las alas de la ilusión renovada, arribo hasta esta ventana iluminada, que se abre para mí dejándome hablar con el hada que luce entusiasmada por mi llegada. Yo sólo quiero acariciarla antes de que llegue el alba.
Resulta que el alma necesita ser tocada también. Seducida con las voces que sólo los dedos saben hacer sonar: las letras. Que bien acomodadas y llenas de ritmo, no sólo aspiran a ser poemas, son palabras bellas que gozan de ser eternas. Éstas que provienen desde las noches más profundas del sentimiento, es donde el alma siente el aliento de la vida y la esperanza.
Voy llegando con las alas cansadas de tanto volar sobre la humanidad. Voy llegando hasta esta ventana, absorbiendo todo lo que he podido transformar.
Sé que no lanzo las palabras al viento con la vana ilusión de que lleguen hacia donde están destinadas. ¡No!Yo las traigo para entregarlas directamente. Compartirlas para que la tienten.
Y voy llegando hasta esta ventana para disfrutar el presente sin tener cuidado de otros tiempos. Unos todavía no llegan, pero no importa su arribo, porque no los espero, los voy viviendo. Los otros, ya se fueron… Ya no puedo más que pensarlos en recuerdos.
Es por esto que pese a mis alas cansadas de tanto volar entre el tiempo y sobre los hombres, decido descansar aquí en esta ventana, para retomar el vuelo sobre el mundo de la humanidad revestido de esperanza, llevándome sus ansias.
Que no se queden en ansias los ojos, no soy el único que la mantiene en ansias. Yo recuerdo cómo mis ojos leían asombro por tanta literatura que ha hecho suya.
Yo no sé qué es más triste: mantenerse en ansias por un personaje literario que siempre estará para nosotros: una y otra vez siempre que se le guarde de dejar de ser para perderse de la existencia o, ser un personaje que habita el tiempo mismo que el de vos y no poder leerlo siempre.
Yo sufro lo segundo con un personaje al que no he sabido leer todavía.
Por eso regreso para aprender de ella, para aprehenderla y llevarla conmigo siempre. Y dotarla de identidad bajo un nombre que suene sutil como el de Liz.
¿Aún se queda en ansias?"
Con las alas de la ilusión renovada, arribo hasta esta ventana iluminada, que se abre para mí dejándome hablar con el hada que luce entusiasmada por mi llegada. Yo sólo quiero acariciarla antes de que llegue el alba.
Resulta que el alma necesita ser tocada también. Seducida con las voces que sólo los dedos saben hacer sonar: las letras. Que bien acomodadas y llenas de ritmo, no sólo aspiran a ser poemas, son palabras bellas que gozan de ser eternas. Éstas que provienen desde las noches más profundas del sentimiento, es donde el alma siente el aliento de la vida y la esperanza.
Voy llegando con las alas cansadas de tanto volar sobre la humanidad. Voy llegando hasta esta ventana, absorbiendo todo lo que he podido transformar.
Sé que no lanzo las palabras al viento con la vana ilusión de que lleguen hacia donde están destinadas. ¡No!Yo las traigo para entregarlas directamente. Compartirlas para que la tienten.
Y voy llegando hasta esta ventana para disfrutar el presente sin tener cuidado de otros tiempos. Unos todavía no llegan, pero no importa su arribo, porque no los espero, los voy viviendo. Los otros, ya se fueron… Ya no puedo más que pensarlos en recuerdos.
Es por esto que pese a mis alas cansadas de tanto volar entre el tiempo y sobre los hombres, decido descansar aquí en esta ventana, para retomar el vuelo sobre el mundo de la humanidad revestido de esperanza, llevándome sus ansias.
Que no se queden en ansias los ojos, no soy el único que la mantiene en ansias. Yo recuerdo cómo mis ojos leían asombro por tanta literatura que ha hecho suya.
Yo no sé qué es más triste: mantenerse en ansias por un personaje literario que siempre estará para nosotros: una y otra vez siempre que se le guarde de dejar de ser para perderse de la existencia o, ser un personaje que habita el tiempo mismo que el de vos y no poder leerlo siempre.
Yo sufro lo segundo con un personaje al que no he sabido leer todavía.
Por eso regreso para aprender de ella, para aprehenderla y llevarla conmigo siempre. Y dotarla de identidad bajo un nombre que suene sutil como el de Liz.
¿Aún se queda en ansias?"
miércoles, 28 de agosto de 2013
Si la utopía es caminar, me quedaré sin pies
Ideales que se forjan en cada lucero que creemos nuevo
ideales tan perfectos que duele al crearlos
ideales que incluso sufren por la perfección de sus dueños.
Nada más alejado de la realidad,
sólo posible entre divagaciones que se asoman
por pequeñas ventanitas de color azul, verde, miel, café, avellana, ámbar...
A veces las ventanas lloran, a veces les rompen los cristales
a veces les ponen cortinas que ya no se abren.
Creemos que trabajamos por un mundo mejor cuando el nuestro
está, está lleno de incertidumbre que se embarra en los rincones,
manchando las esquinas, golpeándolos con sus gritos de torpeza.
No somos torpes, sólo simples quijotes que sueñan vivir en la luna
porque ese pensamiento nos pone románticos.
Y cuando despertemos de nuestra locura nos veremos cansados,
con una capa de polvo rodeándonos, con las cuerdas desgarradas,
la mirada fija en un objetivo que sabemos con cada poro de nuestro significante ser
que será imposible de alcanzar, pero no importa, jamás importará.
Si la utopía es caminar, me quedaré sin pies, porque ahora sí que "pies pa' qué los quiero, si tengo alas para volar."
lunes, 29 de julio de 2013
De como prefieren a Lilith y a Eva la dejan en el olvido
Siempre gusta lo peligroso, lo prohibido,
nadie quiere lo recto y bueno.
La hipocresía palpita de una manera
que la relega a lo inalcanzable.
Y cuando se dan cuenta
que lo que en realidad necesitaban
no era a la traición
de una mujer, regresan con pies ligeros y quemados hacía
aquella que desobedeció primero;
lamentablemente ya fue expulsada y sin un Adán
que la cobije.
martes, 23 de julio de 2013
Volví a casa
Es extraño como anocheces en una ciudad, un estado y amaneces en otro. Amaneces en el que debe de ser tu hogar. Hoy no me siento en él. Siento que mi corazón ya no esta aquí, lo peor es que no sé dónde está. Tal vez se quedó allá, tal vez se lo quedó Kenia, Carlos, Karla, Ángel, Eloísa, Kissifur y Piñata. O tal vez ya no existe. Tal vez ya no quiere existir.
No me siento en casa, me siento extraña, me siento ajena, me siento como si no perteneciera a ningún lado.
No me siento en casa, me siento extraña, me siento ajena, me siento como si no perteneciera a ningún lado.
Mi madre me extrañó, me abrazó y sonreía con gran gozo, yo le sonreía de la misma manera, pero no con el mismo entusiasmo. Sinceramente no quería regresar, pero tampoco puedo volver.
Hoy, en este día, no tengo corazón.
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