martes, 7 de enero de 2014

Grito ahogado

Desperté pasada la una de la tarde, hedía a una combinación de varias bebidas embriagantes, me miré al espejo, tenía lápiz labial alrededor de la boca, busqué a la culpable de dicha acción pero no encontré a alguien. Quise caminar hacía la cocina pero las piernas no me respondían muy bien, tal vez seguía un poco borracho.

Me senté en la cama, el dolor de cabeza se hacía insoportable, a tientas busqué algo que tomar y sólo encontré una botella de vodka, le di un trago grande; borracho ya estaba, un poco más, un poco menos, daba igual. El malestar no cedía, así que volví a acostarme, intenté recordar lo que había sucedido la noche anterior. Nada.

La noche pasó y mi monstruo interior pedía su alimento, salí al bar que se encuentra en la esquina de la calle no sin antes buscar unos cuantos billetes por toda la casa, esos tragos no se pagarían solos. Entré al lugar, saludé a las mismas almas en pena que, al igual que yo, buscaban un poco de consuelo en historias ajenas y bebidas amargas, me senté en el mismo rincón y esperé.

El sol ya estaba en lo alto, se colaba entre las ventanas de la habitación y dañaba mis ojos de una manera penetrante; parecía un déjà vu, seguía borracho, había más lápiz labial por mi rostro, la única diferencia es que, en esta ocasión, la ropa interior de una mujer se encontraba a las orillas de la cama, la busqué por mi burdo apartamento pero de nueva vuelta, nada.

Nueve de la noche, hora de bajar y tomarme mis sentimientos: ira, rencor, odio, pesadumbre, cansancio, hastíes. El rincón que sabe lo que ocurre cada noche se encuentra ocupado, me molesto pero no puedo hacer algo al respecto, ese lugar está libre, decido sentarme del lado opuesto, otro rincón solitario, como yo.

Por instinto despierto, he logrado dominar que el sol no me moleste, la cruda me atormenta pero no importa, ya es un avance no encontrarme borracho. Las ganas de orinar rebasan mi flojera y decido saciar mis necesidades, el espejo del baño tiene un mensaje para mí en letras grandes, femeninas y rojas: “la noche fue espectacular.”

Busco a la autora intelectual pero se ha esfumado, dejando su brassiere en la habitación, al igual que las anteriores, limpio el espejo y el reflejo de un ser demacrado me saluda con una mueca amarilla, decido darme un baño después de varios días sin asearme, visto mis mejores trapos y espero a que la noche llegue.

Salgo a otro bar, hoy me siento con suerte, pido una botella cara, creo que me la merezco aunque no haya hecho mucho mérito, la ducha hizo que me sintiera más despierto, espero a una nueva damisela, o la misma quién sabe, para tener una buena noche. Las horas pasan y nadie se acerca, enojado me tomo el licor de un solo trago ¿Qué caso tiene seguir sobrio entonces?  

Se me nubla la visión, parece que alguien me ayuda a caminar, llego al departamento y de reojo por el peinador veo a alguien con vestido, me dejo caer en la cama y que el tiempo transcurra. Un nuevo día comenzó, los nítidos recuerdos de la noche anterior hacen que me sienta curioso, busco por la habitación, y en efecto, veo un vestido ligero, indago para hallar más pistas, encuentro un labial en el baño, el del otro lado del espejo esboza, no una mueca, sino una sonrisa. Creo que sería bueno dejar de perder el conocimiento para saber quiénes son las damas que hacen mi noche más llevadera, curioso es que haya dejado su ropa ¿En qué y con qué se habrá ido? 

Aunque la nueva prenda dejada me incita a que la sobriedad sea más duradera, la sed de la voracidad puede más, así que decido invertir el reloj. La última vez que lo vi eran las dos veintiocho de la tarde, sabía que si paraba de tomar, mi ser beodo se apaciguaría para la noche que es cuando lo necesito, pero no pude, quedé inconsciente.


Cuando regresé de ese descanso efímero, la luna estaba escondiéndose tras unas nubes, según lo desarreglado del cuarto había salido, no puedo creer que haya actuado sin conciencia, necesitaba agua en mi rostro, el camino hacía el lavabo me pareció eterno, cuando llegué a él un grito ahogado salió de mi boca, no podía creer lo que veía, ahí estaba ella, el labial sobre mi boca, la sombra en mis ojos, el vestido en mi cuerpo y la ropa interior puesta… la bestia estaba sitiada en mi epidermis. 

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