Desperté
pasada la una de la tarde, hedía a una combinación de varias bebidas
embriagantes, me miré al espejo, tenía lápiz labial alrededor de la boca,
busqué a la culpable de dicha acción pero no encontré a alguien. Quise caminar
hacía la cocina pero las piernas no me respondían muy bien, tal vez seguía un
poco borracho.
Me
senté en la cama, el dolor de cabeza se hacía insoportable, a tientas busqué
algo que tomar y sólo encontré una botella de vodka, le di un trago grande;
borracho ya estaba, un poco más, un poco menos, daba igual. El malestar no
cedía, así que volví a acostarme, intenté recordar lo que había sucedido la
noche anterior. Nada.
La
noche pasó y mi monstruo interior pedía su alimento, salí al bar que se encuentra
en la esquina de la calle no sin antes buscar unos cuantos billetes por toda la
casa, esos tragos no se pagarían solos. Entré al lugar, saludé a las mismas
almas en pena que, al igual que yo, buscaban un poco de consuelo en historias ajenas
y bebidas amargas, me senté en el mismo rincón y esperé.
El
sol ya estaba en lo alto, se colaba entre las ventanas de la habitación y
dañaba mis ojos de una manera penetrante; parecía un déjà vu, seguía borracho,
había más lápiz labial por mi rostro, la única diferencia es que, en esta
ocasión, la ropa interior de una mujer se encontraba a las orillas de la cama,
la busqué por mi burdo apartamento pero de nueva vuelta, nada.
Nueve de la noche, hora de bajar y tomarme mis sentimientos: ira, rencor,
odio, pesadumbre, cansancio, hastíes. El rincón que sabe lo que ocurre cada
noche se encuentra ocupado, me molesto pero no puedo hacer algo al respecto,
ese lugar está libre, decido sentarme del lado opuesto, otro rincón solitario,
como yo.
Por instinto despierto, he logrado dominar que el sol no me moleste, la
cruda me atormenta pero no importa, ya es un avance no encontrarme borracho. Las
ganas de orinar rebasan mi flojera y decido saciar mis necesidades, el espejo
del baño tiene un mensaje para mí en letras grandes, femeninas y rojas: “la
noche fue espectacular.”
Busco a la autora intelectual pero se ha esfumado, dejando su brassiere
en la habitación, al igual que las anteriores, limpio el espejo y el reflejo de
un ser demacrado me saluda con una mueca amarilla, decido darme un baño después
de varios días sin asearme, visto mis mejores trapos y espero a que la noche
llegue.
Salgo a otro bar, hoy me siento con suerte, pido una botella cara, creo
que me la merezco aunque no haya hecho mucho mérito, la ducha hizo que me
sintiera más despierto, espero a una nueva damisela, o la misma quién sabe,
para tener una buena noche. Las horas pasan y nadie se acerca, enojado me tomo
el licor de un solo trago ¿Qué caso tiene seguir sobrio entonces?
Se me nubla la visión, parece que alguien me ayuda a caminar, llego al
departamento y de reojo por el peinador veo a alguien con vestido, me dejo caer
en la cama y que el tiempo transcurra. Un nuevo día comenzó, los nítidos
recuerdos de la noche anterior hacen que me sienta curioso, busco por la
habitación, y en efecto, veo un vestido ligero, indago para hallar más pistas,
encuentro un labial en el baño, el del otro lado del espejo esboza, no una
mueca, sino una sonrisa. Creo que sería bueno dejar de perder el conocimiento
para saber quiénes son las damas que hacen mi noche más llevadera, curioso es
que haya dejado su ropa ¿En qué y con qué se habrá ido?
Aunque la nueva prenda dejada me incita a que la sobriedad sea más
duradera, la sed de la voracidad puede más, así que decido invertir el reloj.
La última vez que lo vi eran las dos veintiocho de la tarde, sabía que si
paraba de tomar, mi ser beodo se apaciguaría para la noche que es cuando lo
necesito, pero no pude, quedé inconsciente.
Cuando regresé de ese descanso efímero, la luna estaba escondiéndose tras
unas nubes, según lo desarreglado del cuarto había salido, no puedo creer que
haya actuado sin conciencia, necesitaba agua en mi rostro, el camino hacía el
lavabo me pareció eterno, cuando llegué a él un grito ahogado salió de mi boca,
no podía creer lo que veía, ahí estaba ella, el labial sobre mi boca, la sombra
en mis ojos, el vestido en mi cuerpo y la ropa interior puesta… la bestia
estaba sitiada en mi epidermis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario