miércoles, 21 de diciembre de 2011




Selene se había levantado esa mañana, como siempre, cansada de ir al trabajo realizó su rutina, la de siempre. No cambiaba nada, tenía la idea de que si lo hacía de esa manera podía controlarse y no llegar tarde a ningún lugar; no fue así.

Aunque quisiera llegaba tarde, siempre y a todo lugar. ¿Qué cómo lo sé? Sencillo, no hay segundo de mi vida en la cual no me encuentre sin ella. Vivo lo que ella, camino por donde desea, me escondo cuando ella piensa que la sigo, escucho sus quejas, apoyo sus ideas y lo mejor de todo es que ni se da cuenta.

Traje sastre listo, cabello arreglado, maquillaje impecable, papeles ordenados y emprende así su viaje. Aunque lo ha intentado, nunca ha logrado conseguir su licencia de conducir es por ello que seguimos viajando en autobús, al subir y encontrar asiento intenta mirarme de soslayo pero me escondo, está prohibido para mí que ella me mire. En el transcurso del viaje repasa el discurso que dirá ante sus jefes, es la primera vez que la eligen para presentar un proyecto tan importante, comienza a mirar a sus lados y siente que la observan por lo que decide dejar de estudiar y se dedica a hacer notas mentales.

No puede, sigue sintiendo esa mirada acusadora, voltea hacia atrás y sólo se encuentre a una mujer embarazada que está embelesada acariciando su vientre. Me deslizo a un lado suyo y me voltea a ver, me quedo estática y continua con su mirada hacia la ventana, escucho como dice en voz baja que debe controlarse, no hay nadie que la mire simplemente son sus nervios.

Llega a su trabajo y desciende peldaño por peldaño con excesivo cuidado sus medias pueden correrse y eso ocasionaría un caos existencial, por fin toca el suelo y camina decidida hacia la puerta antes de entrar se asegura que no haya nadie observándola y así es.

La presentación comienza, su tono es amable y perfecto, sus movimientos están al compás de su voz y sus jefes piensan para si que ha sido la mejor decisión que pudieron elegir, sin embargo comienzan llegarles a cada uno de ellos mensajes que contienen malas noticias, sus caras se transforman en disgusto y Selene piensa que es por ella, el sudor empieza a hacerse notar, sus manos dejan de moverse y el tartamudeo inicia sin parar. La presentación finalizó estrepitosamente, ella no aguantó y corrió hacia su domicilio, obviamente tuve que salir volando junto con ella, no podía dejarla aún y cuando ya fuera casi de noche.

Sus tacones se escuchaban por la calle solitaria, el corazón le palpitaba tan fuerte que hasta yo lo escuchaba y tras sus pasos otros más venían, fuertes, decididos. Ella aceleró su caminada para no perder la cordura y llegar a salvo a casa pero entre más corría más la perseguían, acusándola de su horrible acto en el trabajo. Cuando por fin llegó a la casa miró por el espejo que estaba frente a la puerta así se daría cuenta quién era su perseguidor, lanzó un grito aterrador y se desmayó.

A la mañana siguiente los vecinos se sorprendieron de ver a la correcta y organizada Selene acostada en la entrada de su departamento, buscaron su pulsó pero éste no se encontraba. Había muerto nadie supo por qué, y es que la horripilante figura que le causó el infarto y que logró ver por el espejo era nada más y nada menos que su sombra. Es decir su servidor.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Me gusta llorar por las noches para no perder la costumbre


Me gusta llorar por las noches para no perder la costumbre.


Que la máquina no se seque, que las lágrimas sigan fluyendo, así en el momento exacto, espontaneo
y lleno de sentimiento fluyan sin tener que luchar por ellas.

Sí, me gusta llorar por las noches, en esa imagen trillada, en el cuarto, sola, con el cabello alborotado,
una cama grande y ropa esparcida por la habitación.

Tal vez lloro por todas las cicatrices que nunca se han curado, tal vez lloro siento que es el momento adecuado,
tal vez lloro porque me gusta llamar la atención.

Pero cuando lo hago, estoy sola. Sola. Soledad. Ausencia.

Así que nadie está para recoger las lágrimas y formar una sonrisa con ellas.

Me gusta llorar por las noches para no perder la costumbre, para recordarme que allá afuera no hay nadie.
Lo sé, se sabe. Él sabe. Todos saben.

Pero les gusta y mucho, mantener las esperanzas muertas de una jovencita para que deje de llorar.

Para que crea que existe...

Existencia abrumadora, existencia inútil y llena de papelitos que deberían de incendiarse, como el corazón.

El fuego a veces purifica las acciones, todo debe de llever un cierto sacrificio.

Aunque creo que ya he sacrificado demasiado y no hay recompensa alguna.

La tonta, de la que todos se aprovechan, la que llaman "Pan de Dios", la que llaman amiga. Toda ella siempre y bajo toda circunstancia
se siente sola.


Me gusta llorar por las noches para no perder la costumbre...