lunes, 11 de noviembre de 2013

Soñar

Ayer soñé con ellos, sí, fue curioso, los soñé al mismo tiempo. Los soñé a ellos.

Soñé a los que no me han querido; tal vez fue por un pensamiento que tuve antes de dormir, tal vez porque me han rezumbado los recuerdos, porque vienen de golpe y hacen que tiemble la tristeza.

Bastante peculiar que los haya soñado a todos juntos, no uno por uno, sino que se juntaron, atravesando la barrera de la distancia: se juntaron en un sólo sueño.

Sólo hubo un disgusto por mi parte, único, y fue por reclamarle a uno por no haberme tomado la mano mientras uno de los tantos pasó a mi lado. Supongo que en el sueño eramos pareja. Qué horror que él haya sido el elegido para estar a mi lado en el sueño, pero fue todo.

Al despertar tuve un amargo sabor de pensamiento, de boca, de vista, de sonido, un amargo sabor. Después de recordar tan mencionada visión lúdica me pareció gracioso que haya sucedido.

Tengo un mes, o dos, o tres, o un puñado de días en los que mi estado anímico no ha sido el normal. Se me conoce por ser alguien alegre la mayoría del tiempo y cuando la zozobra aparece se esfuma en cuestión de minutos, pero ahora no. Ahora ha permanecido. Incluso podríamos apelar a las imágenes que usan las animaciones que aparece una nube lloviendo sobre la persona (sí, un contertulio la ha utilizado últimamente conmigo). Algo así.

Y es que sinceramente no tengo muchas ganas de luchar; bastante contradictorio ya que es el consejo que normalmente suelo dar cuando lo piden. Luchar, luchar por los sueños, por salir adelante, por alguien, por algo, por ti mismo, luchar. Pero no tengo ganas, no tengo nada de ganas, si no tienes esperanza nadie podrá hacerte daño, porque ya estoy cansada de que la esperanza sea un consuelo.

Soñar con los que no me han querido fue un golpe al pobre corazón que no ha terminado de remendarse, él también ya está cansado. Yo lo estoy. Mi cuerpo, alma, espíritu, lo que sea que me conforma ya está cansado: del tic tac, de las piedras, de los fragmentos, de los recuerdos, de las canciones, de las palabras.

Muchos podrán decir que hay peores que mi condición, que debería de ver por lo que tengo: salud, trabajo, familia, amigos ¿pero qué si yo no me tengo?

Si no les he bastado a los demás ¿por qué he de bastarme a mí?

Vuelvo a decirlo: me tembló toda la tristeza, todas las lágrimas, porque soñé con los que no me han querido y a los que entregué lo más bonito que tengo: mi corazón.