domingo, 27 de octubre de 2013

Quisiera jugar

Quisiera jugar. Quisiera jugar a que nunca te quise, quisiera jugar a que no los quise a ninguno de ustedes, quisiera jugar a que el corazón nunca se rompió.

Quisiera jugar a que aún soy niña y que lo que más me preocupa es no pisar las líneas del suelo, quisiera jugar a no salirme de la raya. Quisiera jugar a que aún creo en el ratón de los dientes, en que las estrellas fugaces cumplen deseos y que cuando cierro el refrigerador hay un duende que apaga la luz.

Quisiera jugar a que me entiendes, a que escuchas mis más grandes pesadillas, que me tomas de la mano cuando siento miedo y sonríes al ver mi pavor por las ventanitas cafés. 

Quisiera jugar a que nunca crecí, a jugar a las muñecas y molestar a mi hermano para que me tomara en cuenta en su juego de niños. Quisiera jugar a que no existe el futuro, que el pasado no está distante y que el presente son sólo algodones de azúcar y raspones que curar.

Quisiera jugar a que no soy mujer, que no me duele el género ciertos días del mes,  a que no soy débil sino bastante fuerte. Quisiera jugar a que no importa la manera en la que me comporte, a que las decisiones no retumbarán en los ecos de algo que aún no sucede.

Quisiera jugar a que nunca me ilusioné, que nunca di todo de mí y se fue al vacío. Quisiera jugar que no he viajado a los lugares que ya he ido. Quisiera jugar a que he viajado, que cada pedacito de tierra en el que he estado ha dejado un impactante grito en mi piel. 

Quisiera jugar a que he probado cada sabor del planeta, quisiera jugar a que el picor no me hace tanto daño y que lo dulce no empalaga.

Quisiera jugar a que no trabajo, que el dinero no es necesario para poder vivir cómodamente, quisiera jugar a que mi casa es grande, con muchas escaleras. Quisiera jugar a que mi cama es enorme, con muchos cojines y poder saltar sobre ellos. Quisiera jugar a que te guste bailar, bailar sobre la lluvia, con muchas luces, con nadie o con todos.

Quisiera jugar a que leo todos los libros del mundo y ninguno, quisiera saberlo todo, pero en realidad no quiero saber nada. Quisiera tener la sabiduría de una montaña y la delicadeza de una tortuga caminando hacía el inmenso mar.

Quisiera jugar a que nunca te regalé esa flor antes de llegar a la biblioteca y quisiera jugar a que mis te amo nunca fueron en vano aunque sé que sí fue así. Quisiera jugar a que nunca me mentiste, a que nunca me engañaste y que las palabras más que palabras son pájaros que vuelan con un rumbo fijo.

Quisiera jugar a que tampoco a ti te regalé tantos libros, quisiera jugar a que los impulsos que ya murieron no existieron, o que si existieron fueron por buena causa y no simples olvidos en un librero empolvado.

Quisiera jugar a que ser buena persona no es tan malo, quisiera jugar a que la esperanza no ha muerto, a que sigue palpitando, a que juega con sonrisas.

Quisiera jugar a que existes y que tú no existes, a que yo no existo, a que la existencia es sólo un sueño de Dios.

Quisiera jugar, quisiera jugar a que la vida sí es justa y que por lo mismo nadie se queja.

Quisiera jugar a que sirve de algo a escribir.

Quisiera jugar a que la desolación no existe o que si existe sabemos cómo sobrellevarla.

Quisiera jugar a que nunca te quise y que tú sí lo haces. Quisiera jugar a que no me duele, quisiera jugar que ya no soy lo que soy. Quisiera jugar a que nunca he llorado, a que nunca me han lastimado y que nunca lo he hecho yo.


Quisiera jugar.

domingo, 6 de octubre de 2013

Ella, la niña

Por: Oscar.


Eres un ser inolvidable. En el transcurso de la vida uno conoce una buena cantidad de personas de las cuales muy pocas pasan a ser realmente importantes en nuestra historia, algunas incluso llegan a  estorbar y otras solo pasan pisoteando y dejando manchas en el mantel, en el suelo, en la pared, en los muebles de nuestro espíritu, porque el espíritu es como una casa. Pero tú no, tú causas un sentimiento de tranquilidad, de felicidad, de añoranza, cualquiera que te conozca seguramente llegará a quererte después de intercambiar una mínima cantidad de palabras contigo. Eres esa visita que quieres que se quede más tiempo; que se quede un mes, un año, un siglo. Tienes alma de helecho, vas ahí por la vida liberando esporas que viajan libres en el viento, dejando marca en las personas que conoces; esa espora que crecerá en un bonito helecho, ahí, justo al lado del corazón: una huella inolvidable. No eres de aquellas personas inolvidables  a la mala, esas que hacen algo por lo que las aborreces toda la vida, no, tú eres aquellos sentimientos que uno quiere que nunca pasen, que se queden ahí para siempre. Nunca te olvidaré, has dejado tu espora en mí, y a pesar de que dejemos de tener contacto, a pesar de que la situación se torne caótica, a pesar de la distancia, siempre nos quedará el mar, ese punto de reunión de todos aquellos que huyen más allá de los arbustos de la carretera; más allá de las ventanas; más allá de la pequeña montaña del vecindario. Ahí donde aquellos que buscaban el horizonte han desistido para quedarse a vivir en la playa.