Después de unos años, meses, días, horas, minutos, segundos,
momentos, piensas que has continuado con tu vida, piensas que no duele, piensas
que las heridas han sanado, que ya has llorado lo suficiente. Pero no, nunca es
suficiente.
Hay dolores que no dejan de doler, heridas que nunca
terminan de cicatrizar. Y es que una cosa lleva a la otra y de alguna u otra
manera terminas dándote cuenta de que sigues siendo la misma, que aunque tu
caparazón cambió un poco, lo adentro sigue igual.
Duele, palpita, duele, respiro, duele, vivo: duele.
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