Cuando entré al vagón del metro me di cuenta de una pareja de ancianos que estaban sentados y tomados de la mano, ella recargada sobre el hombre de su esposo, con los ojos cerrados y dormitando plácidamente. Él la miraba y después de cierto tiempo posó su cabeza sobre la suya, ambos cerraron los ojos mientras pensaban en las tribulaciones familiares y en las ganas que tenían de llegar a su hogar para poder hacer café y tomarlo frente al televisor para compartir las alegrías de la vejez juntos. Realmente se veían adorables.
Al mismo tiempo, en el mismo vagón y a unos cuantos asientos estaba una pareja de jóvenes, ella recargada sobre la puerta y él abrazándola para protegerla, ella se recargaba en su hombro y unas lágrimas salían por sus ojos, él la abrazaba más fuerte y lograba que se sintiera segura, veía a la pareja de viejecillos recargados el uno en el otro con tanta ilusión y añoranza de poder estar así con él, poder llegar a ancianos y preocuparse por los nietos, por el café, por el libro nuevo que leer, por la nueva risa que soltar, y los veía y lloraba más porque debían de separarse, ella debía de partir pero juro que volvería.
Y lloraba, lo abrazaba más y en silencio le dijo cuánto lo amaba, "te amo, te amo con todo mi corazón, te amo con todo lo que soy, te amo con toda mi alma, con todo mi cuerpo, te amo y te amaré hasta que la vida me lo permita, te amo, te amo, te amo, te amo..."
¿Que cómo sé que eso decía ella? Sencillo, yo soy esa joven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario