lunes, 24 de octubre de 2011

¡Mesero!

Ella colgó mientras sonreía, no lo podía creer por fin tendría la oportunidad de platicar una noche con él. Inmediatamente después su celular timbró con la llegada de un mensaje.

A las 7:00 pm en el lugar de siempre.

Sabía que el tiempo pasaría muy lento por lo que decidió ir a casa, ducharse, relajarse y poder sentirse bonita. Sí, bonita para él, era su mejor amigo y ese día había decidido por fin expresar sus sentimientos.

Sí, ella estaba convencida de que su historia era trillada, muchas veces había visto esas anécdotas en el cine en el que sabía que el final feliz era más que obvio. Pero tenía la esperanza, demasiada esperanza a mi parecer.

Lavo su larga cabellera, eligió el vestido que siempre hacía que sus ojos color miel resaltaran, pinto sus labios de rojo carmesí y salió al lugar de siempre, el café donde se habían conocido.

Llego una hora antes, sí por impaciencia, pero era lo bastante inteligente por lo que se llevó un libro para hacer menos larga la espera. Cumbres Borrascosas era el elegido debido a que siempre la llenaba y tenía la ilusión que le trajera buena suerte, ya que gracias a él había podido conocerlo. Todavía recordaba ese día como si hubiera sido ayer, ella sentada tomando su café leyendo su libro favorito, él pasó y por descuido suyo hizo que tirara la taza de café sobre el libro. Se sintió avergonzado y prometió pagarle una nueva edición y de esa manera su relación comenzó.

Hasta ella lo pensaba, su historia era digna de una película de Hollywood y eso la entusiasmaba para poder confesar aquellas extrañas mariposas que se habían albergado dentro de su corazón. El tiempo pasaba y la hora marcada se acercaba, sus manos comenzaron a sudar y frecuentemente revisaba el reloj, las siete en punto marcaban ya y él no se divisaba.

Pensó que se había retrasado aunque ella sabía que amaba la puntualidad, pasaron diez minutos y el mesero se acercó para saber si algo se le ofrecía y con una gran sonrisa triste pidió la sopa del día. Al poco tiempo el mesero con su pedido llegó, y ella caso no le prestó.

Estaba demasiado absorta mirando el reloj y maquinando ideas del porqué él se retrasaba, pasó media hora y él jamás se presentó. Decidió marcarle pero a buzón la mandó. Desilusionada miró su platillo y el único gritó que se escuchó fue: ¡Mesero, hay un corazón roto en mi sopa!

1 comentario:

Oneechan dijo...

Que triste..pero muy cierto y con un pequeño toque de humor