Quisiera jugar.
Quisiera jugar a que nunca te quise, quisiera jugar a que no los quise a ninguno de
ustedes, quisiera jugar a que el corazón nunca se rompió.
Quisiera jugar a que
aún soy niña y que lo que más me preocupa es no pisar las líneas del suelo, quisiera
jugar a no salirme de la raya. Quisiera jugar a que aún creo en el ratón de los
dientes, en que las estrellas fugaces cumplen deseos y que cuando cierro el
refrigerador hay un duende que apaga la luz.
Quisiera jugar a que
me entiendes, a que escuchas mis más grandes pesadillas, que me tomas de la
mano cuando siento miedo y sonríes al ver mi pavor por las ventanitas
cafés.
Quisiera jugar a que nunca crecí, a jugar a las muñecas y molestar a mi hermano para que me tomara en cuenta en su juego de niños. Quisiera jugar a que no existe el futuro, que el pasado no está distante y que el presente son sólo algodones de azúcar y raspones que curar.
Quisiera jugar a que
no soy mujer, que no me duele el género ciertos días del mes, a que no soy débil sino bastante fuerte.
Quisiera jugar a que no importa la manera en la que me comporte, a que las
decisiones no retumbarán en los ecos de algo que aún no sucede.
Quisiera jugar a que
nunca me ilusioné, que nunca di todo de mí y se fue al vacío. Quisiera jugar que
no he viajado a los lugares que ya he ido. Quisiera jugar a que he viajado, que
cada pedacito de tierra en el que he estado ha dejado un impactante grito en mi
piel.
Quisiera jugar a que he probado cada sabor del planeta, quisiera jugar a
que el picor no me hace tanto daño y que lo dulce no empalaga.
Quisiera jugar a que
no trabajo, que el dinero no es necesario para poder vivir cómodamente,
quisiera jugar a que mi casa es grande, con muchas escaleras. Quisiera jugar a
que mi cama es enorme, con muchos cojines y poder saltar sobre ellos. Quisiera
jugar a que te guste bailar, bailar sobre la lluvia, con muchas luces, con
nadie o con todos.
Quisiera jugar a que
leo todos los libros del mundo y ninguno, quisiera saberlo todo, pero en
realidad no quiero saber nada. Quisiera tener la sabiduría de una montaña y la
delicadeza de una tortuga caminando hacía el inmenso mar.
Quisiera jugar a que
nunca te regalé esa flor antes de llegar a la biblioteca y quisiera jugar a que
mis te amo nunca fueron en vano aunque sé que sí fue así. Quisiera jugar a que
nunca me mentiste, a que nunca me engañaste y que las palabras más que palabras
son pájaros que vuelan con un rumbo fijo.
Quisiera jugar a que
tampoco a ti te regalé tantos libros, quisiera jugar a que los impulsos que ya
murieron no existieron, o que si existieron fueron por buena causa y no simples
olvidos en un librero empolvado.
Quisiera jugar a que
ser buena persona no es tan malo, quisiera jugar a que la esperanza no ha
muerto, a que sigue palpitando, a que juega con sonrisas.
Quisiera jugar a que
existes y que tú no existes, a que yo no existo, a que la existencia es sólo un
sueño de Dios.
Quisiera jugar,
quisiera jugar a que la vida sí es justa y que por lo mismo nadie se queja.
Quisiera jugar a que
sirve de algo a escribir.
Quisiera jugar a que
la desolación no existe o que si existe sabemos cómo sobrellevarla.
Quisiera jugar a que
nunca te quise y que tú sí lo haces. Quisiera jugar a que no me duele, quisiera jugar que ya no soy
lo que soy. Quisiera jugar a que nunca he llorado, a que nunca me han lastimado
y que nunca lo he hecho yo.
Quisiera jugar.