sábado, 28 de julio de 2012
Oscar II
"La voz de sirena es una con el fuego; llora ocasionando tormentas que empapan el alma, tormentas que inundarían cualquier desierto."
A veces me siento tan sola que la soledad pega muy duro, tan duro que me hace sentir dolor donde no se siente. Como el corazón, el corazón no duele pero la mente es tan maravillosa que nos lo hace creer así. Y lo sé, lo sé porque ahorita me está doliendo tan fuerte que no sé qué hacer. La cama me queda tan grande, el cuarto está tan vacío y sigo sin saber qué hacer. Correr, llorar ¿llorar? Ya estoy cansada de llorar, pero es lo único que puedo hacer, sentir el frío que hay a mi alrededor, el aplastante abrazo de la indiferencia.
Debería de darme vergüenza, vergüenza de seguir siendo así, de llorar tanto, me voy a volver desierto si sigo así, un desierto triste, sin agua, sin lágrimas, sin ganas de seguir. Qué ridícula soy a veces, pero no sé qué hacer cuando me duele, cuando estoy sola, cuando lloro como si alguien se me hubiera ido, como si me hubieran abandonado. Abandonado, abandonado, me siento abandonada, me siento tan triste y sola, y aunque sé que muchos me dicen que están conmigo si ahorita, no hay alguien a mi lado, diciendo que todo estará bien no me sirve de nada, necesito abrazo. Un abrazo, un abrazo y siempre, nunca, hay alguien para dármelo. Qué tristeza, qué locura, qué ganas de ya no llorar pero no se puede.
Al menos ya sé en qué soy buena, soy buena llorando, lo puedo hacer de pie, sentada, de día, de noche, pero mi especialidad es acostada, boca abajo, ahogando los lloridos, los quejidos, empapando la almohada hasta dejar mojada como para un baño. Sí, esa es mi especialidad, vaya don que Dios me dio. ¿Quién lo diría? Llorar, tal vez si existieran las vidas pasadas fui un río o una nube, o una cascada, o simplemente soy una niñita que nunca se sentirá acompañada, porque la soledad la ama tanto que le impide sentirse llena, sí, la soledad es tan pero tan sola que ni a mí me hace compañía. Te odio, te detesto, déjame en paz, déjame en paz. Por favor, ya no es orden, es suplica para dejar de llorar.
Debería de darme vergüenza, vergüenza de seguir siendo así, de llorar tanto, me voy a volver desierto si sigo así, un desierto triste, sin agua, sin lágrimas, sin ganas de seguir. Qué ridícula soy a veces, pero no sé qué hacer cuando me duele, cuando estoy sola, cuando lloro como si alguien se me hubiera ido, como si me hubieran abandonado. Abandonado, abandonado, me siento abandonada, me siento tan triste y sola, y aunque sé que muchos me dicen que están conmigo si ahorita, no hay alguien a mi lado, diciendo que todo estará bien no me sirve de nada, necesito abrazo. Un abrazo, un abrazo y siempre, nunca, hay alguien para dármelo. Qué tristeza, qué locura, qué ganas de ya no llorar pero no se puede.
Al menos ya sé en qué soy buena, soy buena llorando, lo puedo hacer de pie, sentada, de día, de noche, pero mi especialidad es acostada, boca abajo, ahogando los lloridos, los quejidos, empapando la almohada hasta dejar mojada como para un baño. Sí, esa es mi especialidad, vaya don que Dios me dio. ¿Quién lo diría? Llorar, tal vez si existieran las vidas pasadas fui un río o una nube, o una cascada, o simplemente soy una niñita que nunca se sentirá acompañada, porque la soledad la ama tanto que le impide sentirse llena, sí, la soledad es tan pero tan sola que ni a mí me hace compañía. Te odio, te detesto, déjame en paz, déjame en paz. Por favor, ya no es orden, es suplica para dejar de llorar.
Estoy tan sola que ni una caricia de mamá me calmaría.
viernes, 27 de julio de 2012
Oscar
-"No llores, Elizabeth.
Se terminará tu reserva de agua, podrías volverte un desierto.
Llora sólo lo necesario."
-¿Me seguiría queriendo si soy un desierto?
-"Claro. Los desierto tiene su atractivo."
-Me siento feliz de que así sea.
-"Y más si uno es un cactus."
- Intentaré que haya cactus.
-"Usted sería un bonito desierto."
- ¿En verdad lo cree?
- "He conocido personas que no serían los candidatos adecuados para ser desiertos, pero usted debe ser un tipo de persona que puede ser cualquier ecosistema."
-¿Por qué lo dice?
-"Si es un bonito desierto, puede se cualquier lugar. Si algún día llega a ser un desierto, sea uno que no evoque la desesperanza en el hombre perdido y sediento."
jueves, 19 de julio de 2012
Barquito de papel
Hoy, después de llorar por una hora, cierta persona que tiene delirios de escritor me regaló un cuento precioso y vengo de presumida a enseñárselos. Muchísimas gracias, hiciste que sonriera de nuevo. Tú sabes quién eres.
Hace no mucho tiempo, en un río que cruzaba la ciudad, navegaba un barquito de papel. Iba solito, por las noches, por los días, navegando a lo largo del canal, pasaba por los desagües, por encima cruzaban los autos a gran velocidad. Despertó un día, él no sabía dónde estaba, no sabía qué era ni de dónde venía.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se repetía el pobre barquito mientras se movía violentamente de
lado a lado.
—Esto debe ser un sueño, yo soy sólo soy una hojita de papel.— Y seguía navegando en
busca de las respuestas que tanto quería.
— ¡Ya sé!, le preguntaré a aquella rata que se asoma por la tubería.
—Hola, amiga rata. —Dijo entusiasmado. Pero la rata asustada por el grito exclamado por el barquito salió huyendo a través de los conductos sépticos.
—¡Oh!, debí acercarme con más cautela. —Se dijo el barquito mientras prosiguió con su viaje.
Estaba ya cerca de las afueras de la ciudad, el río poco a poco se veía más limpio debido a la ausencia de fábricas y desechos de los hogares.
—Quizá por acá encuentre algún animalito que me pueda ayudar. —Decía el barquito mientras navegaba oscilante.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrará con una amigable ardillita a la que emocionado (Pero con más cautela que la vez anterior) se acercó a preguntarle.
—Hola, amiga ardillita. Dijo calmada y amablemente el barquito.
—Hola. —Respondió con dulzura la ardillita.
—¿Me puedes ayudar?
—Claro que sí, dime ¿qué puedo hacer por ti?
—¿Me podrías decir, qué soy yo? —La ardillita lo miró asombrado, en realidad parecía que no tenía ni idea de lo que era.
—Pues, eres un barquito de papel. —Dijo la ardillita.
—¿Un barquito de papel? pero... yo hace poco era sólo una hojita. ¿Cómo pasé de ser una hojita a ser un barco? —Dijo preocupadamente.
—¡Oh!, eso es muy sencillo. Basta con que alguien te haya tomado y, con un poco de habilidad manual, transformara lo que tú eras antes en lo que ahora todos podemos ver.
El Barquito estaba impactado, le acababan de decir que su vida había sido transformada radicalmente.
Ayer era sólo una hojita de papel, en blanco, sin vida, sin nada. Hoy era una nave, que viajaba a través de un río sin aparente destino fijo.
—Gracias amiga ardillita, me has sido de gran ayuda. —Estaba a punto de partir, pero antes de hacerlo agregó.
—¿No quisieras acompañarme en mi viaje? No me gustaría estar a la deriva tan solo.
—Claro que sí, me encantaría. —Contestó alegre la ardillita.
Y así, juntos comenzaron a viajar a lo largo del río, vieron montañas, pasaron por bosques. Caminaban y se platicaban sus vidas, contaban chistes, estaban muy contentos los dos.
Un día llegó una tormenta, la marea comenzó a mover el río violentamente, el barquito se sacudió a merced de los poderosos vientos.
—¡BARQUITO! —Gritaba desesperada la ardillita al perder de vista a su amigo. Pero barquito ya no podía escucharla, la corriente lo había arrastrado muy lejos y sehabía perdido de la vista de su amiga.
El Sol salió, estaba amaneciendo, el cielo estaba despejado, ya no había tormenta.
Barquito abrió los ojos. —¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se decía mientras yacía atorada entre una roca y una rama, ya fuera del río.
—¿Dónde está ardillita? ¿Qué fue de ella? —Preguntaba al mismo tiempo que trataba de ver la forma de regresar al agua, pero era inútil, no había forma de que se pudiera mover.
Pasó así un buen tiempo antes de que un niño lo encontrara...
Hace no mucho tiempo, en los cielos de una pequeña ciudad, volaba un avioncito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, volando tal como las aves lo hacen.
Un buen día se atoró en un árbol, donde encontró a una amigable ardillita.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Dijo el avioncito.
—Eres un barquito de papel amigo mío, que con un poco de habilidad manual ha sido transformado en un avioncito de papel y que con un poco de suerte ha regresado con su vieja amiga la ardillita.
Hace no mucho tiempo, en un río que cruzaba la ciudad, navegaba un barquito de papel. Iba solito, por las noches, por los días, navegando a lo largo del canal, pasaba por los desagües, por encima cruzaban los autos a gran velocidad. Despertó un día, él no sabía dónde estaba, no sabía qué era ni de dónde venía.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se repetía el pobre barquito mientras se movía violentamente de
lado a lado.
—Esto debe ser un sueño, yo soy sólo soy una hojita de papel.— Y seguía navegando en
busca de las respuestas que tanto quería.
— ¡Ya sé!, le preguntaré a aquella rata que se asoma por la tubería.
—Hola, amiga rata. —Dijo entusiasmado. Pero la rata asustada por el grito exclamado por el barquito salió huyendo a través de los conductos sépticos.
—¡Oh!, debí acercarme con más cautela. —Se dijo el barquito mientras prosiguió con su viaje.
Estaba ya cerca de las afueras de la ciudad, el río poco a poco se veía más limpio debido a la ausencia de fábricas y desechos de los hogares.
—Quizá por acá encuentre algún animalito que me pueda ayudar. —Decía el barquito mientras navegaba oscilante.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrará con una amigable ardillita a la que emocionado (Pero con más cautela que la vez anterior) se acercó a preguntarle.
—Hola, amiga ardillita. Dijo calmada y amablemente el barquito.
—Hola. —Respondió con dulzura la ardillita.
—¿Me puedes ayudar?
—Claro que sí, dime ¿qué puedo hacer por ti?
—¿Me podrías decir, qué soy yo? —La ardillita lo miró asombrado, en realidad parecía que no tenía ni idea de lo que era.
—Pues, eres un barquito de papel. —Dijo la ardillita.
—¿Un barquito de papel? pero... yo hace poco era sólo una hojita. ¿Cómo pasé de ser una hojita a ser un barco? —Dijo preocupadamente.
—¡Oh!, eso es muy sencillo. Basta con que alguien te haya tomado y, con un poco de habilidad manual, transformara lo que tú eras antes en lo que ahora todos podemos ver.
El Barquito estaba impactado, le acababan de decir que su vida había sido transformada radicalmente.
Ayer era sólo una hojita de papel, en blanco, sin vida, sin nada. Hoy era una nave, que viajaba a través de un río sin aparente destino fijo.
—Gracias amiga ardillita, me has sido de gran ayuda. —Estaba a punto de partir, pero antes de hacerlo agregó.
—¿No quisieras acompañarme en mi viaje? No me gustaría estar a la deriva tan solo.
—Claro que sí, me encantaría. —Contestó alegre la ardillita.
Y así, juntos comenzaron a viajar a lo largo del río, vieron montañas, pasaron por bosques. Caminaban y se platicaban sus vidas, contaban chistes, estaban muy contentos los dos.
Un día llegó una tormenta, la marea comenzó a mover el río violentamente, el barquito se sacudió a merced de los poderosos vientos.
—¡BARQUITO! —Gritaba desesperada la ardillita al perder de vista a su amigo. Pero barquito ya no podía escucharla, la corriente lo había arrastrado muy lejos y sehabía perdido de la vista de su amiga.
El Sol salió, estaba amaneciendo, el cielo estaba despejado, ya no había tormenta.
Barquito abrió los ojos. —¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Se decía mientras yacía atorada entre una roca y una rama, ya fuera del río.
—¿Dónde está ardillita? ¿Qué fue de ella? —Preguntaba al mismo tiempo que trataba de ver la forma de regresar al agua, pero era inútil, no había forma de que se pudiera mover.
Pasó así un buen tiempo antes de que un niño lo encontrara...
Hace no mucho tiempo, en los cielos de una pequeña ciudad, volaba un avioncito de papel.
Iba solito, por las noches, por los días, volando tal como las aves lo hacen.
Un buen día se atoró en un árbol, donde encontró a una amigable ardillita.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —Dijo el avioncito.
—Eres un barquito de papel amigo mío, que con un poco de habilidad manual ha sido transformado en un avioncito de papel y que con un poco de suerte ha regresado con su vieja amiga la ardillita.
lunes, 9 de julio de 2012
Y qué ganas...
Y qué ganas tengo, qué ganas tengo de llorar, qué ganas de hacerlo y no poder.
Qué ganas de verme llorar, de sacar todo todo todo, todo esto que estoy sintiendo y que no sé qué es.
Qué ganas en verdad tengo de gritar, de berrear, de golpear a la pared, qué ganas de saber el por qué.
Qué ganas tengo que no se quitan ni escribiendo.
Qué ganas de llorar hasta quedarme dormida.
Qué ganas que tengo, en verdad que qué ganas.
Qué ganas de verme llorar, de sacar todo todo todo, todo esto que estoy sintiendo y que no sé qué es.
Qué ganas en verdad tengo de gritar, de berrear, de golpear a la pared, qué ganas de saber el por qué.
Qué ganas tengo que no se quitan ni escribiendo.
Qué ganas de llorar hasta quedarme dormida.
Qué ganas que tengo, en verdad que qué ganas.
sábado, 7 de julio de 2012
Mi bosque
Un bosque en el cual estoy dispuesta a vivir
un bosque que es tan verde que no importa que me pierda
un bosque que me acaricia cuando abrazo su tierra
un bosque que me hace gozar de la variedad de sus árboles
un bosque en el que puedo dormir porque sus pájaros me arrullan
un bosque tan especial que de pronto nació en mí.
Sí, tú eres mi bosque, porque es variado, fuerte, con aroma a roble, a cedro, a caoba
en tan distintas formas que tardaré una vida en recorrerte, en sentirte, en degustarte, en acariciarte
pero no importa, no importa que tarde porque estaré dispuesta a hacerlo, por ti, por nosotros.
Ese nosotros que se vuelve temeroso al futuro, se vuelve incierto sin embargo si te tengo aquí, hoy, ahora, conmigo, no me interesa, me interesa el sentir el roce de tus labios, la tibieza de tu tacto, la mirada penetrante, la sonrisa contagiosa, el amor que te estoy viviendo, que te estoy respirando para que me sientas, sientas todo lo que en mi provocas, esa alegría que estaba guardada pero sobre todo destinada para ti. Que tu nombre está escrita por toda ella, en letras de metáforas, en letras de mis alegorías esperando a cobrar vida cuando tu voz pronuncie mi nombre. Tú nombre y el mío. El mío y el tuyo.
Oh Aleph, quién iba a pensar que justo ahora te estoy amando tanto.
jueves, 5 de julio de 2012
Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres
Autora: Gioconda Belli.
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
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