domingo, 18 de septiembre de 2011

Lágrimas Ajenas


¿Cómo le haces para no llorar una tristeza ajena? Es urgencia.

¿Cómo le haces para decirle al corazón que no duela? Es realidad.

¿Cómo le haces para decirle a la lluvia que no baje? Es sugerencia.

¿Cómo le haces para gritarle que está en un error? Es amenaza.

¿Cómo le haces para detener el sentimiento que no te corresponde? ¿Cómo le haces para que las piedritas que lanzan no se conviertan en cristales? ¿Cómo le haces para aguantarte?

Aguantarte las ganas, la ira, el coraje, la sumisión, el despreción y la fuerza de empuje. De empujé mi mano para abofetearte.

¿Cómo le haces?
Para parecer obediente, para sonreír aunque te pudras. Putrefacción ajena. No me corresponde; pero la lloro.

Sí, te lloro, en el carro, escuchando música, música alegre. Música de unos diablos que quieren ser famosos, música barata, que baje. Te baje, ayer, en septiembre, en luces de colores, te baje y te odie.

Te odie, te odio, te odiaré. Siempre, con dolor y abstracción.

Río en tu cara, con ironía. Pensando que lo hago contigo. Sí, lo hago. Cuando menos lo crees. Y me río, porque aceptas. Porque lo hago en un mundo paralelo. Ajeno, al mío, al tuyo, al nuestro. Un mundo paralelo que ni tú ni yo imaginamos, no nos pertece. Al vecino, al vecino sí le pertenece. El que te molesta y te fisgonea cuando sales a tirar la basura a las 11:00 am. Sí, a esa hora, la hora en la cual dijiste que me querías, entre estrellas y luces. Muchas luces que salían de mi aliento.


¿Cómo le digo al estúpido de mi hermano que lo odio? ¡Dímelo!

Y entre tantas letras te perdiste, lo sé. Yo también estoy perdida, dentro de mí.

Y lo mejor, sí lo mejor, es que nadie me encuentra.

viernes, 2 de septiembre de 2011

1936

Sé que les había dicho que le seguiría con el cuentito que estamos haciendo Iván y yo, sin embargo me he visto en la necesidad de publicar un poema de Luis Cernuda que me ha llamado realmente la atención.

1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Cuando asqueados de la bajeza humana,
Cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,
Más de un cuarto de siglo
Después. Trivial la circunstancia,
Forzado tú a pública lectura,
Por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
En la Brigada Lincoln.
Veinticinco años hace, este hombre,
Sin conocer tu tierra, para él lejana
Y extraña toda, escogió ir a ella
Y en ella, si la ocasión llegaba, decidió a apostar su vida,
Juzgando que la causa allá puesta al tablero
Entonces, digna era
De luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
Nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
Sólo atendieran a ellos mismos,
Importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece
Como en aquellos días:
Noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
A través de los años, la derrota,
Cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana.